Texto de la carta
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Querida madre y hermano: Cuando esta llegue a sus manos seguramente habré dejado de existir, pero tenga la completa seguridad [de] que, si esto sucede, no me matan por haber sido un criminal ni un ladrón, me matan sencillamente por haber tenido unas ideas justas y buenas y aspirar por medio de ellas a un mejor vivir, no ya para mí sino para todos mis semejantes, pues nadie mejor que Vd. sabe que en esta gran conmoción que hemos sufrido, cuando muchos nada más han procurado aprovecharse y en cambio yo ¿he llevado nunca a casa nada ajeno? No, bien lo sabe Vd., mis manos no se han manchado con el robo ni con el crimen. Únicamente me ha guiado un fin: luchar por el bien de los humildes; mi único anhelo ha sido reivindicar a la clase trabajadora, ese es el único motivo que esta gente tiene para quitarme la vida, pero tenga presente, madre queridísima, que en la conducta de su hijo no hay nada que pueda avergonzarle, por lo tanto, tanto Vd. como mi querido hermano, vayan con la cabeza muy alta y, cuando llegue el momento, que no dude que llegará, sepan hacer honor a mi memoria. No es menester que le diga quiénes son los culpables de mi muerte, puesto que Vd. misma lo pudo comprobar el día del juicio, aunque no hará falta, puesto que quedarán compañeros que sabrán cumplir con su obligación cuando llegue el momento.
Y a ti, queridísimo Manolo, ¿qué voy a decirte? Sé bueno y obediente con la madre y pórtate como un verdadero hijo con ella para que nada le falte, y acuérdate siempre [de] que tu hermano fue un mártir que entregó la vida por la causa de la libertad. Cuando seas algo más mayor comprenderás el porqué me quitan la vida junto con tantos miles de hermanos de lucha. Sé que posees un corazón de oro y que tus sentimientos son nobles y por ello me voy tranquilo, convencido de que al comprender mi gran sacrificio harás tuya la causa que noblemente y con todas las fuerzas de mi corazón he defendido.
Y ahora madre querida, madre, nada más que una cosa: creo haberme portado con Vd. como un verdadero hijo debe hacerlo, aunque quizá alguna vez la haya desobedecido y hasta incluso [le haya dado] algún disgustillo, pero ¿qué hijo no ha hecho lo propio? De todas formas le pido me perdone las pequeñas faltas que haya podido cometer, convencido como estoy de que si alguna he cometido no ha sido grave.
Tanto para la abuela como para el tío Manuel, tío Rafael y tía Francisca y demás tíos y primos, en esta hora tan triste y fatídica para mí les envío un abrazo pues a todos les tengo en el pensamiento. Y Vd., madre amantísima, junto con mi queridísimo Manolo, el último suspiro de mi vida que se acaba.

Camilo D’Ocón [Firma]